miércoles, 31 de diciembre de 2008

ALI BABA Y LOS CUARENTA LADRONES

En su paseo ciclista matutino del domingo por el monte, Ali Baba vio a 40 hombres trajeados que se dirigían hacia una gran roca. Humm, o están rodando la cuarta película de Matrix o esto es muy sospechoso, pensó.

- Ábrete perejil, dijo uno.
- Sésamo idiota, sésamo, tú solo piensas en el color verde de los billetes.
¡Ábrete sésamo!, dijo. Y la gran roca voluptuosa esculpida por Botero se desplazó.
- Ya os dije yo que esconder todo ese dinero que le quitamos los bancos a los clientes sin que se enteren en un mismo sitio es una gran idea.
- La verdad es que con tanta comisión bancaria ilegal y esos céntimos de más que les quitamos sin que se enteren nos forramos. Este dinero es más negro que el futuro de un pollo entre una manada de leones.
- Ja ja ja, volvamos para seguir diciéndoles a los gobiernos de los distintos países que no tenemos liquidez y que vamos a tener que cerrar, que burros son ¿que se creen que hemos hecho con esos copiosos beneficios que ganábamos año tras año?. Oyen la palabra crisis y ya les entra en canguelo. Venga, chicos, vamos a aprovecharnos un poco más.
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Montaron en sus Porsches y se marcharon. Tan pronto se fueron, Ali Babá dijo las palabras mágicas y entró en la cueva. Lo que allí vio le produjo tanta impresión que a partir de ese momento le llamarían Ali Babas, ya que no pudo dejar de segregar ese líquido viscoso cuando alguien pronunciaba la palabra "dinero". Le sucedió algo así como al perro de Paulov pero con el dinero. Lo primero que pensó fue en cancelar sus cuentas bancarias, luego en esconder el dinero como lo hacía su abuelo debajo del colchón, y posteriormente en montar un banco propio. La última idea la desechó porque no le gustaba como iban vestidos los banqueros. Tengo que coger todo el dinero que pueda ahora, sin que llegue a ser mucho para que no se enteren, y luego volver más tarde. Y así lo hizo.
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El día siguiente volvieron los banqueros con un tráiler lleno de dinero para ingresarlo en su cueva fiscal. Pero al entrar el primero, resbaló. Lo mismo sucedió con el segundo, el tercero y el cuarto.
- ¿Que pasa chicos, estáis atontados o qué?
- No, hemos resbalado con esta sustancia viscosa que hay en suelo.
- Mmm, ¿que será?. Parece baba.
- Ay, ay, ay, ¡nos han robado! Así a simple vista faltan 6527,29 €
- Con 31 céntimos diría yo.
- Si, eso, perdona, son los nervios.
- Sigamos ese rastro de baba, a ver donde nos lleva.
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El rastro les llevó primero a un bar, luego a una casa de citas, después a una disco, y finalmente a la casa de Alí Babas. Pero allí no había nadie. Ali Babás se había quedado a dormir en casa de uno de los tantos amigos que hizo ese día.
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Cuando se despertó con resaca Ali Babas se dirigió hacia su casa pero vio unos hombres con trajes negros silbando para disimular y aunque no tenía la cabeza muy lúcida sospechó lo que pasaba. Tragó saliva (casi se ahoga, con tanta baba) y se dirigió al alquiler de vehículos más cercano para alquilar un camión. Se montó y se dirigió hacia la cueva, donde cargó todo el dinero en el camión. Esta vez no me pillarán, pensó. Se fue a un hotel, se pegó una ducha para quitar la baba con sus restos, y se puso una toalla debajo de la barbilla por si acaso.
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Los banqueros esta vez sólo consiguieron llegar hasta el hotel, y allí desapareció el rastro de Ali Babas.
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Moraleja: ya lo decían nuestras abuelas, hijito, una buena higiene es importante.

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