miércoles, 26 de abril de 2006

EL ESCRITOR MÁS LEIDO



Señores, señoras ¡al fin llegó el momento de desenmascararme! ¡Por fin me van a conocer! Ya estoy harto de estar en el anonimato a pesar de ser uno de los escritores (sino el que más) leido del país. Si, sus ojos no le engañan, han leído bien soy uno de los escritores más leídos a pesar de que desconozcan totalmente mi nombre. Y no, no trabajo ni para Ana Rosa Quintana ni para otros "escritores" que sólo ponen su nombre en la tapa de los libros. Tampoco puedo decir que no soy un "negro" (ya saben el color de la piel, es el color de la piel). De hecho nunca he escrito un libro.
Ahí va mi secreto: soy el autor de los textos que hay escritos en las etiquetas de los botes de champú, en la pasta de dientes, en los medicamentos, en las guías de uso de cualquier electrodoméstico (ya sé que a veces tengo fallos), prendas de ropa, matarratas, y en cualquier etiqueta de cualquier producto que se imaginen.
Algunas son fáciles de escribir como las etiquetas de ropa, simplemente tengo que poner si se puede lavar a máquina o si se puede utilizar lejía. Pero otras ¡buff! no saben lo que me costó hacer los textos de los medicamentos, cuantos libros de medicina me he tenido que estudiar y total ¿para qué? si la gente lo único que recuerda es la frase "en caso de duda consulte con su farmacéutico" pues para eso me ahorraba yo todo el trabajo y que le pregunten al farmacéutico.
Ya ven, es un trabajo muy ingrato. Tanto tiempo como llevo dedicándome a velar por su salud, a resaltar la mejores características de un producto para su cabello, a ayudarle a exterminar las plagas de insectos que asolan su casa, a indicarle las propiedades de tal o cual lejía.... todo para ser ignorado masivamente por la sociedad. No se dan cuenta de que siempre he estado en su casa. He compartido con usted los momentos más íntimos cuando recurre a mi agradable lectura para ayudarle a hacer sus necesidades más íntimas (o internas), cuando le surge alguna duda sobre un producto ¡allí estoy yo para aclarárselo!
Sólo deseo un poco de reconocimiento, no quiero la fama absoluta, así que la próxima vez que lean una etiqueta, por favor, piensen en mi.

lunes, 17 de abril de 2006

PUERTAS

Eran las cuatro de la madrugada y tocaba desalojar las incómodas retenciones de líquidos nocturnas. Giré el picaporte de la puerta de mi habitación todavía a medio camino entre el reino de Morfeo y mi modesto reino de 60 metros cuadrados, dispuesto a recorrer el estrecho pasillo que me separaba de mi placentero objetivo.
Al atravesar el umbral de mi puerta me dí cuenta que no estaba en mi pasillo sino que estaba en una habitación completamente desconocida. ¡Coño, pero quién a puesto esta habitación en mi casa!, pensé todavía embobado. De repente entra un señor de mediana edad que, al verme, adoptó una actitud propia de la edad media y se lanzó contra mí. Afortunadamente lo conseguí esquivar y me dirigí raudamente hacia la puerta por donde se suponía que había entrado yo y la crucé. Para mi sorpresa me encontraba en una habitación donde estaba una señora mayor que no se asustó de mi llegada.
- Disculpe buena señora, ¿donde me encuentro?
- Al lado de la lavadora.
- Ya, vale. Pero ¿en que lugar estoy?
- Está usted en Caracas.
- Y me permite preguntarle como es que no se asusta de que entre un desconocido en su casa en pijama
- Ah, es que veo muchas telenovelas. Además, mi propia vida es una telenovela.
Y se puso a contarme toda su historia. Después de tres generaciones conseguí gentilmente deshacerme de ella y abrí la puerta no sin cierto alivio.
Esta vez, ya sin asombro, estaba en una habitación donde una pareja discutía acaloradamente en idioma desconocido para mí. Pasé al lado de ellos procurando que no se dieran cuenta y recibí una bofetada de la mujer que no me tomé a mal pues sabía que yo no era su destinatario, y antes de que pudiera recuperarse de su perplejidad alcancé el manubrio de la puerta con la mejilla todavía ardiendo.
En la habitación donde me encontraba ahora no había nadie, gracias al cielo, semejaba una pequeña bodega y además de las flechas tintas y blancas de Baco tan sólo había unos sacos en el suelo. Pensé en echarme un trago que bien lo merecía y mientras degustaba este néctar divino espié el contenido de los sacos. ¡Estaban llenos de dinero! No conseguía comprenderlo hasta que alcé la vista y me fijé en una foto colgada en la pared que retrataba a un conocido ministro fundido en un abrazo con un no menos conocido empresario. Acabé la botella cogí un saco de dinero y crucé la puerta.
Esta vez sí estaba en mi habitación. Hogar, dulce hogar. Así que entre el cansancio de andar de puerta en puerta y el sopor que me había entrado por la ingestión del vino cogí el saco del dinero, lo dispuse a modo de almohada
y me eché a dormir.

lunes, 3 de abril de 2006

HISTORIA DE UNA GOTA

¿Qué voy a hacer de mi vida? No entiendo que hago yo aquí sola en una nube tan grande. Acaso no estaría mejor en un mar, en un río, en un océano, acompañada siempre. Desde que yo recuerdo siempre he estado sola, condenada a mirar como el resto de las gotas son afortunadas y se funden en un todo. Solo de pensarlo me entra angustia, me invade como un vacío existencial al no saber ni para que sirvo ni donde voy a ir a parar, ¿qué va a ser de mi vida?.

La lucha se presentaba a todas luces desigual, el gigante filisteo Goliat contra el aparentemente débil David, toda la fuerza bruta de la naturaleza en contra de un joven hombrecillo. David tomó su cayado en su mano y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en la bolsa pastoril, en el zurrón que llevaba. Y con su honda en su mano, se fue decidido hacia el filisteo que iba armado con espada, lanza y jabalina. Al ver a David, Goliat no pudo reprimir una leve sonrisa de autosuficiencia; me va a durar un minuto, pensó. Cuando se disponía a un mortal ataque, del cielo escapó una gota de una nube que acertó en el ojo de Goliat cegándole por un instante mientras David le lanzaba una de la piedras del arroyo con su honda al filisteo en la frente. La piedra quedó clavada en su frente, y éste cayó de bruces en tierra.

Así escribe Paulo Coelho y se forra. Tendré que hacer lo mismo.

Esta historia está basada en hechos reales, todo parecido con la realidad es ficción. Espero no tener que pagar los derechos de autor a los descendientes de David, aunque según mi asesor personal es probable que tenga que hacerlo ya que según sus palabras ¡son unos judíos!