martes, 25 de marzo de 2008

PINOCHO

- Don Geppeto, ya he terminado "el trabajito"
- Bien, Pinoccio, bien. ¿Has tenido algún problema?
- Nada que una cabeza de caballo en una cama no pudiera solucionar.
- Si es lo que digo yo siempre, hay que tener cabeza, sino ... la pierdes.
- Con razón le llaman "el carpintero" porque a quien no se pone de acuerdo con usted, lo clava.
- Uy, veo que estás un poco congestionado, toma un sorbito de licor "El barniz, el mejor para tu nariz" y continúa con el informe.
- Ok, sigo, respecto a aquellos desalmados que vendían droga en los barrios del sur de la ciudad ya están durmiendo con los peces y hemos ocupado su puesto.
- Por fin ¿a quien te llevaste contigo?
- A Pepito "El grillo". Si no es por él casi me liquidan dos tipos el otro día cuando me dirigía al bar La Escuela, me interceptaron y si no fuera porque estuvo atento cuajjjjj, me astillan. Es como mi conciencia, tan silencioso como una tumba vacía, a veces no me entero de que lo tengo ahí.
- Eso tenías que olértelo, en este negocio no se puede tener una nariz de madera. Hay que estar muy atento sino cualquier día te dan el palo.
- Bueno, jefe, a usted también le pasó. Recuerda cuando le tuve que rescatar de "La Ballena"
- Vale, vale, reconozco que estaba loco por esa gordita. Aún no sé como supiste que trabajaba para los Fratelli.
- Porque abrió mucho la boca y cuando se supo descubierta marchó echando humo por la cabeza. Parecía una olla exprés con la garantía caducada. Para que vea, listo que es uno.
- Venga, venga, no mientas que te va a crecer la nariz (que bastante grande la tienes, por cierto) y la voy a utilizar como tendedero. Sabes que fue gracias Pepito "El Grillo" que ese es como una mosca cojonera o el cobrador del frac, no hay manera de quitárselo de encima.
- Oiga, que yo también tuve algo que ver, sino fuera porque yo la descubrí Pepito no podía hacer el trabajo sucio. Sabe que soy el encargado de que todo parezca limpio, a veces incluso me entra complejo de detergente.
- Ya lo sé hombre, no te celes. Sabes que te quiero como a un hijo y algún día todo el negocio familiar pasará a tu nombre.
- Gracias, padrino.

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